Al principio de la historia lo decían. Contaban que una de las cualidades que hacía única a Momo era saber escuchar. Y esto, leído cuando apenas tienes 7 años, no puede sino sorprenderte. Se me quedó grabada esa parte como ninguna otra y supe entonces que hay personas realmente incapaces de escuchar a los demás, pero sobretodo, lo difícil que es escucharse con sinceridad a uno mismo. De alguna manera, Momo conseguía arreglar el mundo de los demás a base de escuchar -que no oír-, escuchar de verdad, escuchar con atención, en un silencio entendedor, con los gestos justos y precisos. En ese momento decidí que tenía que aprender a escuchar así, porque todos necesitan ser escuchados en algún momento y si yo escuchara a los demás, como sabía escuchar Momo, tal vez podría ayudar en algo. El primer problema, sin embargo, es que no basta con querer escuchar, hay que hacerlo bien. Y pocas son las personas que lo consiguen. Ni aunque me lo proponga. El segundo problema es cuando la escucha se convierte en silencio y me hago un muro donde en realidad no pasan las palabras. El tercer problema es que aunque pretenda querer escuchar, escuchar de verdad, no sirve de mucho si después no se hacerme escuchar a mi también. O tal vez si sirva. Tiendo a pensar que a mi me serviría, que me sirve. Pero yo no soy los demás. Antes tenía más claro que serviría, pero al final sólo descubrimos que no basta. Que no es suficiente.
Laura Febré Diciena