sábado, 26 de julio de 2008

miércoles, 23 de julio de 2008

Los colores




Teatro de sombras



Anoche mi sombra se fugó. Es una de esas decisiones que de repente toman las cosas que no esperas, como cuando mi pasado no se acuerda de mí, o las sombras se independizan de nuestros cuerpos. Era noche tendida sobre las sábanas desordenadas del verano y la luz se colaba desde el balcón hasta la puerta entornada. La vi de repente incorporarse mientras me dejaba a mi en el hueco de la almohada, tenía una consistencia cambiante, se deslizó por las paredes, hasta alcanzar el cristal de la ventana.
Aquella noche mi sombra se fugó. Salió de mi intranquilo sueño para hacer travesuras bajo la luz anaranjada de las farolas. La ciudad naranja y cuatro estrellas nada más. Se unió de pronto a otras sombras -más o menos concretas, o todo lo concreta que pueda ser una sombra- que jugaban a saltar por los tejados de la ciudad. Las vi muy nítidas desde la cama de mi habitación, conversando ella con otra sombra a la que no supe ponerle cuerpo, alumbradas por lámparas que proyectaban figuras de luz contra la pared, como esa que tenía cuando era niña y daba vueltas y sonaba una canción.
Sobre la almohada creía creer que su sombra también se había fugado sólo para mantener aquella conversación en la que yo recitaba a Luis García Montero hablando de días completamente viernes o a Milán Kundera devolviéndonos el libro de la risa y el olvido. Durante un momento mi sombra temblaba y se enfadaba y recordaba todo eso en lo que está y no está. Tal vez soñé sobre sombras por el recuerdo de Peter Pan, no puedo estar segura, llevaba varios días al acecho.

La cosa es que tanto a mi como a mi sombra nos parece divertido esto de las huídas durante la noche, mientras yo me aprendo las arrugas de la cama, ella juega a hacer travesuras por los tejados.

Y por el momento eso es todo, dejar el mundo detenido en el colchón.

lunes, 21 de julio de 2008

Sueño detenido



















"Pero esta calma no durará mucho y tú lo sabes. Esto te perseguirá hasta el infinito como una bestia incansable. Ellos llegan hasta la profundidad de los bosques. Son fuertes, obstinados y crueles, no conocen ni el cansancio ni la renuncia. Aunque te hayas reprimido las ganas de masturbarte, pronto lo harás en una polución nocturna. Y, en el sueño, quizá acabes violando a tu verdadera hermana o a tu madre. Porque tú eso no puedes controlarlo. Porque es algo que excede a tus fuerzas. Y lo único que puedes hacer es aceptarlo.
Temes a la imaginación. Y a los sueños más aún. Temes a la responsabilidad que puede derivarse de ellos. Pero no puedes evitar dormir. Y si duermes, sueñas. Cuando estás despierto, puedes refrenar, más o menos, la imaginación. Pero los sueños no hay manera de controlarlos."

Kafka en la orilla - Haruki Murakami